sábado, 4 de septiembre de 2010

El Ocho Pichichis: Germán Dehesa

Post colaboración de @Otero_TDN

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Se confesó alguna vez como un niño enfermizo, que caía en las garras de cuanto virus, bacteria o microorganismo se le acercaba. Aquel pequeño Germán, como casi todos los infantes, tuvo el sueño de jugar fútbol y emular a los ídolos de su época, pero entre gripes e infecciones, además de un cuerpo escuálido y napoleónico (por la estatura) las canchas del Instituto México distaron de ser la cuna deportiva del ocho veces Pichichi Germán Dehesa.

En algún momento encontró su vocación, y de las canchas pasó al papel. En lugar de driblar defensas, bailó con la pluma; en vez de emocionar con sus goles, maravilló con su vocabulario; y ante la imposibilidad de levantar una chilena como la de Hugo, arrebató aplausos en un escenario teatral.

Los personajes de su juego bien pudieron haber formado un equipo de fútbol: la potosina, la Hillary, Canito, Colima, Viruta, el Bucles, la Pequeña Carlos y el Huarashington; todos ellos seguramente, como el Charro Negro, habrían sido malísimos, pero tan memorables y divertidos como once Chanfles enfundados en azul y oro. Más malo fue al enumerar sus favoritos en un partido de cualquier deporte, hasta de matatena olímpica: la regla era simple, si Germán le va al blanco, apuéstale al negro.

Describió al Estadio Olímpico Universitario como el más hermoso del mundo y lo argumentó de manera contundente: a ningún aficionado como a los auriazules nos brillan los ojos tanto cuando entra a su feudo. Su carácter de miembro del Patronato del Club Universidad, como uno de los personajes que llegaron a salvar a los Pumas de su época de vacas flacas de los años 90, le otorgó un lugar en el palco de honor, donde unía sus gritos a los de los otros tantos miles. No dudo en reconocerlo como el más grande fanático contemporáneo del equipo cuyo amor compartimos.

Al Ocho Pichichis ya le dieron el silbatazo final. Tal como lo marcaron sus primeros años de vida, una enfermedad le exigió su último aliento. Falleció dormido en un sillón, al lado de sus familiares, sin dolor, como él lo deseaba. Ahora, es momento de ondear los pañuelos blancos, alzar en hombros al héroe y rendirle pleitesía: Germán Dehesa se retira del deporte de la vida como un campeón.

Y por cierto, hoy toca.

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